Tenemos una ultraderecha tan patriota que ha escogido ponerse del lado de Estados Unidos cuando busca enterrar en aranceles al país que dice defender, y tan original que le ha copiado el ideario, eslogan incluido. Make America Great Again se ha convertido en Make España Great Again, porque el «habla español, hijo de puta» se reserva para el público autóctono.
Hablaba con una amiga hace pocos días sobre ese festival gore en el que se ha convertido la política trumpista, donde llega un momento en el que no distingues una burrada de la siguiente, empeñados como están en que la sangre no deje de salpicar nunca. Me contaba que alguien se había dedicado a preguntar, creo que a ufanos magamen, de qué otrora grande América creían que hablaba Trump cuando hablaban de recuperarla.
¿A qué América os referís?, inquiría el tipo en cuestión. ¿Quizá a la América que cayó como fichitas de dominó cuando lo de Lehman Brothers? ¿A la de los tiroteos en colegios, la de los estadounidenses de interior, eternamente empobrecidos? ¿O la de la guerra de Vietnam? No puede ser, quizá se refirieran a la América inmediatamente posterior, a la de los casi tres millones de soldados que regresaron jodidos de la cabeza o postrados en una silla de ruedas, sin un camastro en el que caerse muertos. O a lo mejor quieren regresar a la América que envió a sus tropas a luchar contra Alemania y Japón; un millón y pico de víctimas entre muertos y heridos y una bajada catastrófica de la población es para querer regresar. Sin embargo, podría querer referirse a la América del crack del 29, a la de la Guerra de Secesión o, mejor aún, a la esclavista. Puede incluso que a la segregacionista que negaba a un negro compartir un baño público con un blanco.
En un país con menos de trescientos años de historia es fácil descubrir la trampa de Trump, valga la cacofonía. Pero ¿qué España quiere el voxita medio hacer grande de nuevo? Convengamos en que España tiene todos los años que le atribuyen, entre dos mil y cien mil trillones, según el historiador que ese día nos entretenga en la emisora católica de turno. ¿Se refiere a la España franquista y, por ende, predemocrática, aquel país ceñudo y subdesarrollado, con millones de conciudadanos huidos del país, trabajando como bestias en guetos alemanes, suizos o franceses y viviendo miserablemente para ahorrar unos francos, unos marcos, y enviarlos a su hogar, donde seguramente media familia esperaba algún dinero como agua de mayo?
Quizá hablen de una anterior: quizá su España ideal es la que se desangraba en las tres guerras carlistas —cuatro si contamos la guerra civil, como dice mi amigo Andrés—, o la del borrego de Fernando VII, que vivió obsesionado por tiranizar a su pueblo, trayendo a los cien mil hijos de San Luis a ahogar un intento de monarquía liberal o haciendo F5 en el botón de la ya descatalogada Inquisición.
Puede que echen de menos la de los borbones primigenios que mataban de hambre y peste a sus ciudadanos mientras disfrutaban de la caza y el vino (qué poco cambian algunos), o la de los austrias, que hicieron lo mismo pero por meapilismo del más abyecto. ¿A qué España les gustaría regresar a esos anoréxicos intelectuales que van a dar la tabarra por las noches a Ferraz, como si Pedro Sánchez durmiera allí, o se gastan las perras en votar a Israel, como si el dinero no fuera a TVE? Imagino que, en sus más que improbables conocimientos de historia, querrían regresar a algo entre los últimos trastámaras y los primeros austrias, ese momento en el que España era tan tan tan grande que tal como llegaban el oro y la plata se gastaban en financiar más guerras y en pagar deuda externa mientras a los pobres castellanos de entonces —y valencianos, y aragoneses, y navarros, y…— les llegaba la misma cantidad de metal precioso que de tiempo de ocio.
La pena, la gran pena de este relato de una España que solo existe en sus cabezas, que se ha grabado en la memoria colectiva como un tatuaje, es que no se parece en nada a lo que de verdad ocurrió. O no: la pena, la gran pena es que se ha grabado precisamente porque es gente que no ha querido informarse nunca sobre lo que de verdad ocurrió. Y cuando no se tienen herramientas para confrontar mensajes fulleros, llega un alvise cualquiera y te vende el crecepelo.
Al menos, y ya que tenemos que cargar con esta pesada mochila que son los negacionistas de la historia, hagámoslo bien. Que empiecen, qué menos, por hacer un eslogan que beba de lo español y en español, ¿qué es eso de Make España Great Again?
Propongo uno, se lo regalo a cambio de que llenen el país de gorritas con las siglas: Hagamos España Carlista, En Serio.
Un comentario
Jorge
Yo quiero que nos instruyas en historia española más a menudo.
Gran columna, como es habitual. 😘