Me gustaría contar con una estadística en la que poder ver qué porcentaje de la gente que vota a las derechas defiende que la hostelería tenga sin contratar a sus camareros. Sí, ese colectivo de empresarios hosteleros que jalea a Lady Cañitas por haberles dejado barra libre, nunca mejor dicho, cuando lo gordo de la pandemia.

Lo comento por la elasticidad de su concepto de contratos. Sospecho que muchos de ellos, hace unos meses, cuando la aprobación de la llamada ley del «solo sí es sí» era inminente, eran los mismos que sacaban modelos de contrato del bolsillo de la camisa con los que pretendían salir a ligar, y lo colgaban ufanos en sus perfiles sociales. Tras la eclosión de esa boutade del papelito, los tíos de los contratitos están ahora preocupadísimos de que las mismas mujeres a las que ayer despreciaban contrato mediante puedan hoy sufrir las consecuencias de la salida de prisión de un agresor sexual. Es decir, que la misma ley que el otro día era severa en exceso hoy, por arte de birlibirloque, ha resultado ser laxa.

Soy de la opinión de que más tiempo de cárcel no hace mejores ciudadanos y de que educar es mejor que reprender. Además, me faltan conocimientos jurídicos para saber cómo de mal o de bien está hecha la ley. Pero me sobran para detectar el oportunismo repugnante de quienes dicen una cosa y la contraria con tal de apuntar al mismo fin: hundir a un Gobierno que, casualidades de la vida, les está dando sopas con honda en lo económico. Todo vale para lograrlo.

Es que tú fíjate cómo van perdiendo derechos. Primero no se le puede palmear el culo a una desconocida. Luego no se les puede llamar cositas por la calle. Después no te las puedes follar no ya drogadas, que no se enteran de nada, ¡ni dormidas! ¡Que hay que hablar con ellas para que te den su consentimiento! ¡Que si te pica el nardo tienes que aguantarte porque ni ser despertadas quieren en mitad de la noche, las muy señoritingas! ¡Adónde vamos a ir a parar! ¿Qué será lo próximo? ¿Equiparar sus salarios con los nuestros? ¿Repartirse los cuidados de los hijos?

Lo magnífico de estos señores es que disimulan un ratito, porque enseguida se les suelta la lengua y sacan a pasear su verdadero yo. Esa bipolaridad de follar con contratito y aliarse con las mismas mujeres a las que tenías que enseñárselo (el contratito) no cuela. Y finalmente la verdadera cara de esta gente flota como un zurullo en el mar en forma de, por ejemplo, declaraciones del alcalde de Villar de Cañas, que con sus comentarios de llagas y felaciones no solo demuestra tener la boca más sucia que nadie, que también, sino que paradójicamente refuerza mi convicción (la nuestra, la de muchas y también muchos) de que necesitamos el ministerio que hoy gestiona Montero.

Pero lo necesitamos entero, no compartido con carteras como la de Consumo (menuda asociación de ideas) y con todas las energías puestas en que haya menos alcaldes de Villar de Cañas y más mujeres empoderadas. Mostrando pezón bajo el jersey si hace falta, por más que les escueza a los zangolotinos de la derecha y la ultraderecha, que en todo ven sexo: en la falta de sujetador, en la lactancia pública o en la educación escolar. Y si nos ponemos, hasta en el queso de tetilla, que cubrirían con un púdico velo si de ellos dependiera.