Hace algunos meses alguien que quiere publicar mi novela en otro país me dijo que el chuletón de la portada era demasiado agresivo para sus conciudadanos, que con esta cosa del vegetarianismo y el veganismo ese trozo de carne cruda en portada podría lastrar las ventas. No digo ni que sí ni que no, porque soy española (mal que les pese a algunos) y no tengo la capacidad de empatizar tanto con una cultura que no es la mía. Por otra parte, además de frívola, como decíamos ayer, tengo la costumbre de querer ganar dinero con mi trabajo, así que no me quejé y di mi visto bueno a una alternativa previo visto bueno de la autora, que soy yo.

Pero es que (permítanme la autopromoción que, de paso, me da un par de enlaces externos estupendos para el SEO) Perros, mi novela, merece esa portada que, por cierto, no es idea mía, sino de un queridísimo amigo y diseñador gráfico. Perros habla de muchas cosas y resulta que todas son carne. De sexo, que es carne. De este tipo de televisión que cabalga a lomos del morbo, que es carne o carnaza más bien. Del ansia de poder en política que, por supuesto, es carne. Y, cómo no, de todos nosotros, que acudimos hambrientos a los grandes titulares como mamífero a la carnada. Es lo que tiene lo atávico: solo cambian las formas, pero nuestro instinto animal permanece.

Feijóo ha logrado la cuadratura del círculo: pasar de puntillas por el delicado equilibrio de poderes en Castilla y León en plena sarta de soplapolleces proembrionarias, a lo Rajoy, sin mancharse ni el dobladillo de los pantalones, y tapar la inacción con su última ocurrencia: quiere pactar con Pedro Sánchez que gobierne la lista más votada.

A mí, cuando leo estas cosas, el cuerpo me pide que las urnas hagan su magia, pero como por desgracia eso no tiene pinta de ocurrir, prefiero recordarle en cuántas circunscripciones gobierna o ha gobernado el PP perdiendo las elecciones. Madrid (autonomía y ayuntamiento) 2019. Andalucía 2019. Castilla y León 2019. Menudo año el 2019 prepandémico, ¿eh? Pero claro, lo que tiene el político promedio es que le pone cachondo el corto plazo, y ahora estamos en 2023, un año en el que el PP parece que puede arrasar con todo. Aunque yo no me fiaría de las encuestas, Alberto: ya hemos tenido unos cuantos microinfartos a cuenta de las que vaticinaban una cosa y devinieron otra.

No hay nada peor, y hablo de mí, que ver el cartón a las propuestas de cualquier político. Y a Feijóo se le transparenta demasiadas veces. Pedir que te dejen gobernar en minoría para no depender de Vox es como cuando me tiran la caña a mi edad, que sabes que no habla el encoñamiento puro y sincero, sino la desesperación por follar cuanto antes. Y eso es muy triste, porque te quita las ganas las más de las veces.

A Feijóo se le transparenta la desesperación por tocar pelo, como a la mayoría de los que intentan ligar con más de media vida a las espaldas. Carne también: de Tinder. Claro que los votantes (los de Feijóo o los de cualquier otro, no los míos) suelen comprar el discurso al peso, sin mirar si el filete tiene nervio, aunque apenas se lo echan a la boca tengan que escupirlo. No se entretienen, como yo, en darle doscientas vueltas a todo. Los envidio, en serio.

El penúltimo golpe de ingenio del gallego ha sido el de apoyar unas medidas anticrisis a cambio de bajarle el IVA a la carne y al pescado. En ese juego constante del ex presidente de la Xunta de que parezca que sí, pero no, está el de ensanchar o torcer las propuestas del rival ideológico bajo promesas que todos sabemos que no se ejecutarán. Si el Gobierno dijera que sí, pediría que se lo rebajaran al caviar. Y si también aceptasen, explicaría que se niega porque qué pasa con el huevo hilado o el chocolate a la taza. Y lo aderezaría con la ETA o Venezuela, que son muy de fondo de armario.

Esto pretende tener cierto tono humorístico, así que voy a saltar sin pisar el charco a cuenta de la última y triste declaración del gallego sobre las religiones que matan y las que no. Entiendo, claro que sí, su deseo de pisar la Moncloa como inquilino y no como invitado. La carne es débil y todos tenemos nuestras flaquezas. Claro que las mías consisten en comprarme una blusa cuando tengo que ahorrar o en comer carbohidratos simples cuando estoy a dieta, no en recorrer medio mundo con un narcotraficante pagando la fiesta, por decir algo.