Cincuenta y dos diputados son muchos diputados para aprenderme los nombres de los socios del PP (es decir, Vox) en el Congreso. Sé de la existencia de su líder, Santiago Abascal; de Javier Ortega Smith-Molina, que nos alegró el Día de los Enamorados lanzando un bumerán que le dio en todos los morros; de Carla Toscano, a quien el partido al que representa ha apartado un ratito para que se olvide su comentario sobre Irene Montero. Ayer descubrí a María Ruiz Solás, del sector apellidos no compuestos (es decir, plebeyo) del partido y encargada de subir a la tribuna ayer a constatar, «con los datos en la mano», el alarmante aumento de homosexuales y transexuales tras el adoctrinamiento del Gobierno en estas nuevas materias que, supongo, pronto pasarán a formar parte del temario en las educaciones Infantil, Primaria y Secundaria.

«Con los datos en la mano» es una de esas expresiones que han pasado al fondo de armario (con perdón) ultraderechista. Luego les preguntas por cualquier cosita cuantificable en una entrevista y se pierden, como hemos podido comprobar en el pasado. Pero viste muchísimo soltar esa barbaridad y bajar las escaleras con la satisfacción de haber hecho lo que te pide el verdadero patriota: mentir. Con los datos en la mano.

Los datos son como un pegote de plastilina: los puedes moldear a tu antojo. Los descontextualizas, los cocinas, los relativizas. Todos los políticos sin excepción lo hacen. Puedes comparar el número de casos de violencia de género con cuánta gente ha hecho el descenso del Sella. O modificar las gráficas para que un aumento del 0,001% en intención de voto se vea representado como un bolardo del tamaño de los que te plantan en la Puerta del Sol. Y, por último, también puedes inventártelos.

Habría que preguntarle a María Ruiz Solás de dónde saca esos alarmantes datos de aumento de homosexuales y transexuales. Yo estoy inquietísima y confieso que un poquito exultante también; ahora, cuando me pregunten por qué no tengo pareja, bajaré la voz, me acercaré a la oreja del inquiridor y le susurraré: «Querer, quiero. Pero debido al alarmante aumento de homosexuales me está costando muchísimo. Te lo digo con los datos en la mano. En esta no, en la otra».

Se rumorea que cinco fornidos legionarios devinieron drag queens después de ver un discurso de Irene Montero. El pecholobo se les fue cubriendo de purpurina mientras el vello caía flácido sobre sus pies; las botas se tornaron plataformas y los chapiris, frondosas pelucas pelirrojas. Estaban cantando El novio de la muerte y el último verso mutó en «it’s raining men, hallelujah! It’s raining men, amen», para sorpresa de los españoles allí presentes. Todo, en un abrir y cerrar de ojos. Lo digo con los datos en la mano: yo no miento, me lo invento.

El gobierno de coalición es la nueva picadura de la cobra gay. No lo digo yo. Ni siquiera lo dice Ruiz Solás. Lo dicen los datos en la mano. Los mismos que agitaba el azorado Ortega Smith-Molina cuando, intentando zafarse del espejo que le puso delante Gabriel Rufián, rompió la orden de detención que hay contra él y soltó aquello de que Gibraltar es español.

Me gustaría recordarle, con los datos en la mano, que Gibraltar pertenece a Gran Bretaña, el país de los Smith por antonomasia. Les fue entregado para que pudiera reinar el primer Borbón en España. El mismo Borbón que, con sus Decretos de Nueva Planta, recentralizaba la administración en Castilla en venganza contra el reino de Aragón por apoyar al pretendiente alemán al trono. Dicho de otro modo: se le regalaba a Reino Unido ese trocito de roca-paraíso fiscal a cambio de que reinase un francés y se inauguraban, en el mismo acto, más de trescientos años de deseos de independencia catalana.

Tómate tu tiempo, Javier, para interpretar los datos. No los llevo en la mano: están en los libros de Historia.