Hace tiempo que no me interesa el fútbol. Hay gente que se desencanta de la política y yo me he desencantado de eso que han dado en llamar el deporte rey. Podría decir que tiene que ver con los recientes casos de corrupción que acechan a la Liga, pero entonces debería haberme apeado de la política mucho antes que del fútbol. O quizá es que fútbol y política se parecen tanto que al final tienes que optar por el que más te guste.

En fútbol, como en política, hay dos grandes equipos. Bueno, los de siempre, en realidad. Pueden surgir, temporalmente, algunos que les hacen sombra un ratito, que amenazan con dar el sorpasso en Liga o en Champions, pero al final todo vuelve al orden previsto, como ya predijo Lampedusa.

No me interesa el fútbol, pero es imposible no estar informada sobre lo que va sucediendo. Por ejemplo, este año, importantísimo para los hinchas, esos dos equipos lideran en sus respectivos territorios. Uno lo hace en casa, en La Liga. Empezó con dudas, con un presidente saliente cuya pésima gestión se vio agravada por las consecuencias de la pandemia, y ahora lo abandera otro que limpio, lo que se dice limpio, tampoco parece.

Todo apunta a que arrasará en esta competición: los medios aclaman la remontada de este equipo tras unos meses de incertidumbre, y se sienten fuertes para terminar en el primer puesto cuando termine la temporada. Sin embargo, no es como otras veces: bajo los laureles se entrehuele una pestecilla de esas que no sabes muy bien de dónde viene, de las que llegan a ráfagas. No parece que la podredumbre de la corrupción deje al equipo fuera del podio, eso sí.

El otro equipo no tiene muchas opciones a hacerse con el trofeo nacional, pero su leyenda crece en Champions. Es apabullante el grado de reconocimiento que ha logrado en Europa: por donde pasa, la gente lo aplaude y alaba sus logros. Sin embargo, aunque fuera de nuestras fronteras arranca loas, en España no sabemos si termina de cuajar. Sus rivales lo tildan de casi cualquier cosa, y sus fans se agarran al éxito internacional para rebatir a los odiadores profesionales.

Pero para poder pasearse por Europa con autoridad hay que ganar la Liga. Cuando ganas la Liga te conviertes automáticamente en el primer aspirante a codearte con lo más granado de fuera de nuestras fronteras. Los hinchas del equipo que hoy arrasa en la Champions tiemblan ante la posibilidad de que sea el eterno rival el que lo haga, porque sus apariciones en Europa se cuentan últimamente de ridículo en ridículo.

Así pues, tenemos dos formaciones en liza. Una, con pinta de conquistarlo todo en los albores del verano; la otra triunfa fuera de una España que, al menos aparentemente, se le resiste. Pero no seamos derrotistas: hay partido. Nada está dicho aún, y la sorpresa puede saltar en Las Gaunas. Tenemos una primera entrega de esta eterna competición en las últimas semanas de la primavera. Pero al terminar el año, ¿quién será el campeón de invierno?