Todos tenemos en nuestras respectivas familias a ese cuñado, hermano, sobrino o tío abuelo que se empeña en contar una y otra vez la misma anécdota cada vez que os veis. Da igual que sea en una cena de Nochebuena, en una comunión o en el tanatorio: la repite entre risas estentóreas, como si fuera la primera vez que la refiere, como si hubiera ocurrido ayer. Desde que sucedió hasta hoy tú te has casado y divorciado dos veces, has tenido hijos y el mayor está a punto de hacerte abuela, pero el familiar, llamémosle cantamañanas, no mira a la audiencia, solo a sí mismo.

¿Por qué hay siempre un cantamañanas en todas partes, por qué se empeña el cantamañanas en serlo? Pues sospecho que porque él mismo sabe que, sin esa anécdota, estaría condenado a la irrelevancia. Se agarra a ella como Rose a la tabla en la que da igual si cabía o no Jack, por dios, dejen ustedes de ser pesados, el cine está hecho de convenciones, acéptenlas o no vean Titanic.

Un cantamañanas necesita su cantinela, su chascarrillo, su racarraca, su carrete, su chorrisandez, su dar la turra. Y una piensa que todos en la familia le deberían de dar la espalda, porque es sencillamente agotador que no pueda salir del pasado e instalarse en el hoy sin hacer tanto ruido. Sin embargo, en todas las familias hay rencillas. Aunque el cantamañanas sea objetivamente insufrible, si la anécdota refiere el ridículo del rival de algún otro miembro del clan, quien odie a ese miembro aplaudirá y reirá la gracia como si fuera una novedad. Así somos los humanos: necios, vengativos, coléricos.

A la política española le han salido unos cuantos cantamañanas. La cuestión es que la derecha, viendo el escaso éxito que tuvieron sus vaticinios apocalípticos en economía, ha tenido que rebuscar entre sus anécdotas chuscas. Podría haber sido Venezuela, que tanto y tan bien exprimieron hasta no hace tanto, pero ha tocado ETA. De repente, el país se ha llenado de señores y señoras que repiten «ETA, ETA, ETA» como un cántico monocorde, fatigoso, cansino.

Hay una tabla de datos históricos del CIS sobre principales preocupaciones de los españoles que abarca desde mayo del 85 hasta marzo de 2020. Lamentablemente no llega hasta nuestros días, pero podríamos decir que, en lo que respecta a ETA, nos podrían valer los datos de 2020. Bien: el terrorismo era una de las principales preocupaciones en 1985. La segunda, de hecho, después del paro (problema que apenas ha dejado su dudosamente honroso puesto de honor desde entonces).

Desde que ETA dejó de ser, de estar, de existir, la preocupación por el terrorismo se fue reduciendo hasta llegar al 0%. Cero pelotero. De hecho, la última cifra en positivo registrada es de febrero de 2019: 0,1%. ¿Qué quiero decir con esto? Que a nadie le preocupa ETA porque ETA no existe. Pero los cantamañanas, ya saben, necesitan salir de la irrelevancia.

Hablan de ETA porque, como hemos dicho antes, en todas las familias hay rencillas. A algunos les compensa escuchar algo que ya pasó, que ya no es, que ni siquiera tiene peso en nuestras vidas, porque a esos odiadores profesionales les vale cualquier cosa si con eso el rival pasa un mal rato. Aunque con el mal rato del odiado se lo estén dando a otros que no lo merecen.

No es que el Gobierno de coalición sea un dechado de virtudes. No soy tan naíf, no he nacido ayer. Pero el PP mide sus éxitos en términos económicos y, con una crisis global que suma guerra y pandemia, el PSOE y UP han hecho los deberes. No solo eso: además, han avanzado en derechos sociales, algo que no ocurre jamás con los conservadores. Y, cuando no hay argumentario, uno tiene que tirar de la anécdota mil veces regurgitada del cantamañanas. Hiede, pero no hay más debajo.

A Ayuso, esa recicladora profesional de basura, le entregaron el argumentario de campaña: ETA. Y le ha venido muy bien, porque la libertad ya la tenía un poco chuperreteada, dada de sí. Como el chicle ese que te metiste en la boca al salir de casa y a las seis horas no sabes dónde tirar. Se les olvidó a los jaleadores de la cantamañanas prémium lo que hace ella con las anécdotas: las repite, las estira, las exagera, las eleva a la enésima potencia, las deglute, las caga, las mea y las vomita. Tú le das a Ayuso la palabra ETA en formato posavasos y te la devuelve como para forrar entera Las Ventas.

A Feijóo se le ocurrió que ETA era un buen camino para disparar en la línea de flotación del PSOE. Se le olvidó que su hiperventilada baronesa es más papista que el Papa. En la Comunidad de Madrid hay que mantener la tapa de ETA bajada y bien visible. Si la levantas descubres que el tarro está vacío. Menuda arma le has entregado a una persona que no tiene gestión que exhibir, a una incompetente que vive de lo que no le compete, Alberto. Ahora te toca ahora desactivar a Ayuso, a la que las propias víctimas han llamado al orden, para que la bromita cantamañanas no te salga demasiado cara. Ríete tú de los TEDAX.