Uno de los mejores combos que ha dado jamás la política conservadora es este: declaraciones de cargo del PP + frutas. Aún resuena en nuestros oídos el argumento, jugoso cual sandía en pleno mes de julio, de doña Ana Botella explicando por qué debería derogarse el matrimonio igualitario. Al final a mí no me quedó muy claro si hablaba de peras follando, de manzanas practicando sexo oral, de hermafroditismo frutícola o si hizo un alegato contra la heterosexualidad (una manzana y una pera ¿no vendrían a ser un hombre y una mujer, o viceversa?). A las peras y manzanas de la segunda persona más deplorable que ha alcanzado la alcaldía de Madrid sumamos hoy las naranjas de Feijóo. Y con este calor yo no sé si debería escribir una columna o hacerme una macedonia.

Viene al caso recordar aquellas peras y manzanas de la señora Botella porque se celebra hoy, ahora, estos días, la Semana del Orgullo LGTBI. También se celebra la mayoría de edad de la ley del matrimonio igualitario. Los muchachos que cobran el bono cultural 2023 nacieron el año en que Zapatero, el expresidente que más se está batiendo el cobre por la izquierda hoy sin necesidad de hacerlo, la aprobó poco antes de que el hoy orgullosísimo PP la llevara al Constitucional. Que vulneraba no sé cuántos artículos, Maroto. Cómo te quedas. Dada su histórica vinculación con los Legionarios de Cristo y Marcial Maciel, no sé por qué no habló Ana de peras y de, qué sé yo, peritas de San Juan, que también están de temporada.

Casi dos décadas y hay sectores que todavía no soportan que las orientaciones sexuales no normativas se echen a las calles a celebrar conquistas de derechos con las que en gran parte del mundo solo se puede soñar. En fin, permítanme un par de líneas ñoñas. Es que me he acabo de comer una naranja de a 2,99 el kilo y estoy por pedirle a Feijóo que me pase el teléfono de su camello. De su camello frutícola, no me malentiendan.

De ese párrafo desafortunado sobre las naranjas se infieren demasiadas cosas. La primera, que Feijóo no puede andar más despegado de la realidad. No sabemos lo que cobra, pero que no pisa un mercado desde que se planteó estudiar inglés por primera vez lo tenemos clarísimo. Cuando dijo en alto «un kilo de naranjas cuesta doce céntimos», pensé: «No había visto lo naranja tan por los suelos desde el movimiento en falso de Begoña Villacís».

Segunda: tiene la misma capacidad para parecer natural que yo para bailar sevillanas. A mí me sueltas en un descampado en la Feria de Abril y vienen los GEO a desalojarme. Al parecer, todo viene de una pancarta en una de esas manifestaciones con el aliento de la ultraderecha calentando las nucas. En esa pancarta, por lo que infiero, se hablaba del precio al que le pagan el kilo de naranjas al agricultor. Y Feijóo oyó campanas en su corazón, mezcló hipoclorito sódico y ácido cítrico y la ha liado parda. Sí, yo también le he puesto una gorrita de béisbol mentalmente.

Tercera, que Feijóo se queda en los titulares. Por más asesores que tengas, por más spin doctors, tienes que conocer de primera mano las fuentes de los datos que se te ofrecen. Y saber qué dices y por qué lo dices. Sí, Alberto; yo sé que ahora has sacado a todos tus ventiladores mediáticos a decir que tú a lo que te referías es que. Y tus acólitos asentirán. Pero todos hemos escuchado tus naranjistas declaraciones, querido.

Cuarta, que aun aceptando el difícil malabarismo de quienes aseguran que se refería al precio en origen, lo comparó con bolsas de plástico, que no sé ustedes, pero juraría que no salen de un árbol, sino que son resultado de un proceso industrial. Es que no admite comparación porque no se sostiene de manera alguna.

Quinta y última: una bolsa de plástico es perfectamente sustituible. Una naranja, no. Lo digo porque usted puede ir a su frutero de confianza a que le venda las naranjas que quiera al precio que le pongan. Y puede hacerlo con una bolsa de papel, de rafia o de tela traída de su casa. Sanísimo y recomendabilísimo.

Pero en vez de poner el acento en lo caro que está el plástico sería conveniente ponerlo en el verdadero problema. Esto es, por qué a un agricultor se le paga esa mierda en origen. Yo no sé de macroeconomía, pero sí sé que Mercadona, la cadena alimentaria del celebradísimo Juan Roig, ha sido denunciada en más de una ocasión por venta a pérdidas. Estoy segura de que el problema es mucho más complejo. Pero no entiendo en qué momento los grandes emporios que presionan a la baja dejaron de ser un culpable para serlo, en su totalidad, el Gobierno. Seguro que mucha gente sabrá explicármelo. Les agradeceré que no lo hagan, sin embargo.

Y aquí seguimos, juntando peras con manzanas, manzanas con peras y naranjas con bolsas de plástico, que igual dan Tang y no lo sabemos. Las mezclas frutícolas del PP son el epítome del cacao que tienen en la cabeza. Y, sin embargo, Ave, Praesidens Berto: morituri te salutant.